martes, 19 de marzo de 2013

ALICANTE Y LA LEYENDA DE LA CARA DEL MORO

De Alicante dicen que es la millor terreta del món o lo que es lo mismo, la mejor "tierrita" del mundo y bien orgullosos que están de ella los alicantinos. La semana pasada fue mi terreta de acogida, ya que mi pareja es alicantina y estuvimos de visita.
Es una ciudad frente al mar, con playas atestadas en verano y paisajes marrones todo el año. Es una población mediana, un tanto juerguista y de gente divertida. (Dicen las malas lenguas que "el alicantino: borracho y fino"). Pero, sin duda, lo mejor de Alicante es su clima, mientras en el resto de España y Europa estamos medio muertos de frío, allí sólo hace fresco y no llueve más que unos pocos días al año.

Hoy os explicaré uno de los primeros lugares que visité de Alicante hace ya unos años: el Monte Benacantil y la Cara del Moro. Justo en la fachada del mar, frente a la playa del Postiguet, se alza un monte escarpado sobre el cual se construyó el Castillo de Santa Bárbara. Desde un punto muy concreto de la playa se ve claramente el perfil de una cara masculina, la llamada la Cara del Moro. Visto así en la foto está muy claro, pero os puedo prometer que yo tardé varios años en verla de verdad. La cuestión es saber desde donde mirar.
La historia de este moro hace referencia al pasado musulmán de la Península Ibérica, que dejó una extendida tradición algo romántica de la historia del país.


La leyenda que da nombre a la ciudad de Alicante habla de dos enamorados que vivieron hace mucho, mucho tiempo, hace aproximadamente mil años, en un lugar no tan lejano, en la costa levantina donde la Akra Leuke griega o la Lucentum romana. 
El califa que gobernaba aquella bella ciudad, levantada junto al Mar Mediterráneo, tenía una hija llamada Cántara, de una belleza sin igual (como todas princesas de todos los cuentos).

Estas fotos son de la hoguera del Polígono de San Blas del 2011
que trataba sobre la leyenda de Alí y Cántara. Aquí tenemos a la bella Cántara.

















Para variar, una gran cantidad de pretendientes llegaron a la ciudad a pedirle al califa la mano de la jóven, entre los cuales destacaron dos: Almanzor y Alí. Almanzor era un gran general que ha pasado a la historia, procedente de Córdoba y conquistador y terror de Zamora, Barcelona, Santiago... Alí, era un joven noble guapo y por lo que se ve con bastante labia y encanto.

El Califa con los dos pretendientes
El califa, ante a la duda, decidió proponerle a los pretendientes una prueba para que la decisión quedara en manos de Alá. El primero en llevar a cabo una gesta que fuera de su agrado, se llevaría la mano, y por supuesto la fortuna, de la bella Cántara. 
Almanzor partió hacia la India a por sedas y especias y abrir así una ruta comercial con el Lejano Oriente.
Alí, en cambio, decidió un trabajo igualmente duro pero intencionadamente cerca de su amada: quiso abrir una acequia que trajera agua a la ciudad desde la zona de Tibi.  Las obras de la acequia comenzaron con buen pie, pero como cualquier obra española acabó a medias y con retrasos, ya que Alí tenía otras cosas más importante a las que dedicarse. Empezó a "festear" a la princesa, a cortejarla, a cantarle romances y hacerle arrumacos varios, de manera que ella cayó rendida a sus pies.
La feliz pareja antes del desastre
Entonces Almanzor regresó. Había cumplido su misión de traer un barco cargado de especias y ricas telas para el Califa, que satisfecho le dio la mano de su hija al trabajador muchacho.
Cuando Alí se enteró de que su amada iba a ser entregada a otro, desesperado se tiró por un barrranco. Al caer al fondo del abismo, la tierra se abrió milagrosamente y brotó el agua de la montaña, llenando la actual presa de Tibi (que fue la principal fuente de suministro de agua de esta ciudad tan seca).

presa de Tibi

Por si no había habido suficiente drama, Cántara al enterarse decidió seguir el ejemplo de su amado y se tiró también de un barranco de la Sierra de San Julián, conocido desde entonces como el Salt de la reina mora o Salto de la reina mora.
Y como la cosa no podía ser diferente, el Califa habiendo perdido a su hija predilecta y cayó en una tristeza tan profunda que acabó muriendo de pena. Al cabo de poco tiempo, su triste perfil apareció tallado en lo alto del monte Benacantil y la corte sarracena impresionada por esta historia o culebrón familiar decidió cambiar el nombre de la ciudad por Alicante, para conseguir que los dos amados permanezcan unidos, aunque sea sólo por su nombre, para la eternidad.

En el libro Relatos de una ciudad dormida, he leído que si miras bien, y si realmente estás enamorado, junto la cara del Califa, puedes ver también la cara de la princesa Cántara. Así que ya sabéis, si os acercáis a Alicante buscadlos a los dos justo debajo del Castillo de Santa Bárbara.


CASTILLO DE SANTA BÁRBARA

Después de ver la Cara al Moro, aprovechad y subid al Castillo de Santa Bárbara. Si os sentís turistas podéis hacerlo en ascensor desde el Paseo Marítimo por 2,40€, o sino hacedlo en coche y aparcad arriba si es que encontráis sitio.
La fortaleza comenzó a construirse en el S. IX, bajo la dominación musulmana, aunque las dependencias que quedan son del S. XVI al XVIII. Durante estos siglos el castillo sufrió varias transformaciones para adaptarlo a las nuevas técnicas de guerra y sobrevivió a diferentes contiendas con resultados variados. Sirvió como cárcel durante la Guerra Civil, después como refugio para mendigos y cayó en el abandono hasta 1961. Ese año fue nombrado como Bien de Interés Cultural se arregló y abrió al público y se abrieron los ascensores que suben desde la playa.
La entrada al Castillo es gratuita y podréis disfrutar de unas buenas vistas de Alicante y sus alrededores (está a 166 metros sobre el mar). En las diferentes dependencias repartidas alrededor de patio y escaleras podéis visitar diferentes exposiciones sobre el recinto, la historia de la ciudad y de la navegación.

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